Ya estoy en casa después de una semana de vacaciones por el norte de España y de mi participación en la sexta edición de esta prestigiosa prueba asturiana. Voy a intentar hacer la crónica de esta carrera aunque me va a ser difícil expresar con palabras lo vivido ya que han sido muchas horas de disfrute y emoción y aunque parezca increíble, nada de sufrimiento.
Para el que se encuentre este blog por primera vez y no conozca mis antecedentes, recordaré que un mes y medio antes de la carrera tuve una caída muy seria en el monte y me hice un esguince de grado dos el cual me impidió correr y casi ni andar durante todo el mes de agosto, con lo cual había muchas posibilidades de que no lograra si quiera estar en la línea de salida. Pero como soy muy cabezón y además tenía mucha ilusión de realizar esta carrera que llevaba planeada hace meses, fui a sesiones de fisioterapia y comencé a andar con muchas molestias y muletas y contra todo pronóstico, el día 3 de septiembre logré trotar, no sin algo de dolor, unos 6 kms y a partir de aquí fui poco a poco trotando con menos molestias así que conforme iban pasando los días, cada vez tenía más esperanzas de poder al menos correr unos pocos kilómetros por los Picos de Europa. Y llegó el día de partir hacia el norte con mucha ilusión y también muchas dudas, por la falta de entrenamiento en agosto y sobre todo por no saber cómo se comportaría mi tobillo durante tantos kilómetros por terreno de montaña totalmente desconocido para mí, con mucho mucho desnivel, más teniendo en cuenta de que no está recuperado del todo y aún está algo inflamado.
Nuestro primer destino fue León, en casa de Iván y Raquel, unos anfitriones de lujo que nos han hecho sentir como uno más de la familia y que aprovecho la ocasión para agradecerles enormemente lo bien que nos han tratado, da gusto conocer a gente como vosotros de verdad, he pasado unos días inolvidables, sois unas maravillosas personas, no cambiéis.
Tras unos días en León, el viernes partimos hacia Cangas de Onis (Asturias) y el sábado por la tarde fuimos a recoger los dorsales.
Después de recoger los dorsales conocí a dos amigos de Iván, Raulín y Toño, muy enrollados y con los que compartiría gran parte de la carrera. Tras tomar un refresco e intercambiar impresiones, pasaron por allí dos cracks, primero Miguel Heras y luego Oihana Kortazar, que son dos campeones y que como era de esperar, fueron los ganadores de la prueba. Iván, que vió mi sorpresa al ver a Miguel Heras, se empeñó en sacarme unas fotos ya que yo no me hubiera atrevido a pedirlo debido a mi timidez y tengo que decir que los dos fueron muy simpáticos y atentos.
Después nos fuimos a ver la presentación de la prueba y una vez finalizada nos despedimos de Raulín, Toño y sus parejas y nos fuimos al hotel donde nuestras esposas estaban ya cenando. Tras una buena cena nos fuimos a la cama después de preparar todo para la carrera.
Menuda noche pasé, no dormí casi, además de por los nervios, porque hacía mucho ruido fuera y Eva y yo pensábamos que era lluvia así que estaba acojonado porque me había dejado el impermeable. Pero cuando a las 6:40 am suena el despertador y salgo fuera, menuda sorpresa, todo el ruido era por el viento que había azotado fuerte todo el viento y movía los árboles, pobres de nosotros que no estamos acostumbrados a ese ruido del bosque. Además el aire venía sorprendentemente muy caliente así que se confirmaba la previsión del tiempo que ponía en mi móvil, que a las 5 am ponía 28 grados y estando en el norte no me lo creía. Aliviados por la ausencia de viento aunque ahora un poco mosca por tanto viento, nos ponemos en marcha y vamos comiendo un bocata de jamón y queso que Raquel tan amablemente nos hizo la noche anterior, así que yo voy conduciendo y dando cuenta del bocata en dirección a El Repelao, lugar cercano a Covadonga desde donde tendría lugar la salida.
Llegamos a El Repelao a las 7:15, aún con la oscuridad de la noche, pero allí el ambiente a carrera ya se palpa por todas las esquinas, vamos viendo corredores y buscando a Raulín y Toño hasta que los encontramos y nos dirigimos a la meta para pasar por el control de chip. Aquí el ambiente es increíble, todo el mundo con cara de ilusión y con ganas ya de empezar a trotar. Yo estoy muy contento y emocionado de poder estar allí, más cuando debido a mi lesión, ha habido muchos momentos en los que he dudado de ello, aunque nunca he perdido la fe el que podía hacerlo.
A las 8 de la mañana comienza la cuenta atrás y comenzamos a correr por una pista asfaltada que tras unos 800 metros dejamos para adentrarnos en el bosque y coger un estrecho sendero, donde empieza la fiestas y es que en apenas 2 km subimos un desnivel de 600 m, por el que es muy difícil adelantar y pronto comenzamos a caminar en fila india con una fuerte subida, zigzagueando en dirección a la Cruz de Priena. Cuando comenzamos la subida, abro los bastones y con lo torpe que aún soy con ellos (es mi primera carrera con bastones) tardo un rato en colocarlos en el tamaño adecuado así que cuando me doy cuenta, mis compañeros ya me han sacado unos metros, y me cuesta bastante alcanzarlos, teniendo que salirme del sendero y pisar las plantas para poder ir adelantando a los que se iban dejando.
A estas alturas, el sol ya empieza a iluminar poco a poco el paisaje y nos regala un amanecer espectacular que se quedará grabado en mis retinas al igual que todo el resto del recorrido. Dice la leyenda que Don Pelayo ganó aquí la batalla a los musulmanes lanzándoles piedras desde la cumbre, menos mal que el domingo no se encontraba allí. A estas alturas las vistas ya son espectaculares, y cuando uno se permitía el lujo de parar un momento a contemplar el paisaje, al mirar hacia abajo se contemplaba una serpiente de más de 400 participantes, con la Basílica de Covadonga al fondo, "espectacular". Al mirar al frente, se veía el Macizo Occidental con la Torre Santa María en primer término y el Central con Torrecerredo imponente con sus 2648 metros te hacían sentirte afortunado por poder vivir estos momentos.
Vamos poco a poco devorando kilómetros, mientras contemplo paisajes increíbles. A partir de la primera subida la carrera iba por una cresta preciosa y entretenida, pero que el fuerte viento no nos deja disfrutar y hay momentos en los que temo que no pueda mantenerme en pie y que con continuos sube-bajas te llevaban a la Huesera, mundialmente famosa por ser escenario del ciclismo en la Subida a Los Lagos de Covadonga. Aquí me quedo un poco rezagado debido a que mis compañeros de aventura están fuertes y yo no quiero correr, aunque me sobran las fuerzas, por miedo a que un traspiés en este sendero de piedras y con fuerte viento, me tuerza mi malogrado tobillo porque en mis adentros se que es lo único que me puede hacer abandonar y no llegar a meta. Veo que Iván se debate entre seguir con sus colegas o esperarme y como buen amigo que es, opta por esperarme, cosa que hace sentirme mal.
Llegamos al primer avituallamiento, donde están Raulín y Toño repostando y esperándonos. Reponemos líquidos, menos mal que llevo mochila porque en esta carrera no habría aguantado solo con beber en los avituallemientos, ya que podías tardar más de una hora entre cada avituallemiento y contra todo lo esperado por estar en el norte, el calor hizo bastante presencia.
Tras el avituallamiento subimos por una de las pocas pistas anchas que tiene toda la prueba, con fuertes desniveles, hasta la Vega de Comeya, una planicie redonda rodeada por todos sus costados por montañas como si fuera un cráter de un volcán y con un verde asturiano que inunda mis pupilas. Todo el verde solo está salpicado por las innumerables vacas que pastan a sus anchas y nos miran con indiferencia mientras pasamos a su lado. No me paro a contemplar y deleitarme con las vistas por no quedarme rezagado, pero es que si me parara en cada uno de los parajes alucinantes que he visto, no habría llegado a meta ni en 20 horas. Nos dirigimos hacia el punto que da nombre a la carrera, los lagos de Ercina y Enol. Una fuerte y corta subida pasando por las minas de Buferrera, donde pasamos por un túnel excabado en la roca, pisando un carril por donde circularían los toboganes cargados de mineral. Adentrarse dentro de este túnel fue una experiencia asombrosa ya que en interior tengo que ir agachado para no dar con la cabeza en las rocas y en plena oscuridad avanzo no sin reticencias consolado con que si el que llevo delante no se ha caído es porque no hay ningún obstáculo en medio del camino. Tras el túnel, una fuerte subida pavimentada nos lleva hasta el 2º avituallamiento.
Pasamos junto al lago Ercina y seguimos subiendo, llegamos al Refugio de la Vega de Enol, tras el cual tocaba subir a la Porra de Enol, que con algo más de 1200 metros era el punto más alto de la carrera. Aquí el sendero permite correr pero no puedo contemplar el paisaje sin pararme ya que un pequeño despiste me puede mandar directo al traumatólogo así que echo unos pequeños vistazos al paisaje para retener en la memoria el maravilloso paisaje que tengo a mis pies.
A partir de aquí casi todo es bajada hasta Covadonga. Primero pasamos junto al lago hasta tal punto que si te descuidas pisas dentro de sus aguas. El trazado nos lleva por un punto que discurre entre el Lago Enol y una pared de roca que solo deja un pequeño sendero estrecho, lleno de barro y con rocas en el cual tengo que extremar las precauciones por mi temor a una torcedura del tobillo.
A partir de aquí, tengo algunas lagunas y no recuerdo los lugares exactamente por su orden cronológico, no se si son antes o después, pero hay que tener en cuenta que fueron muchas horas corriendo y viendo parajes de increíble belleza. Recuerdo que después de pasar junto al lago cruzamos una carretera y vuelve otra subida fuerte. El tiempo "empeora" un poco, nos cae algo de lluvia pero más que fastidiar, se agradece ya que es fina, dura poco y nos refresca.
Llegamos a una bajada impresionante donde el terreno es todo cubierto de hierba como si fuera un campo de césped en la cual me emociono y tomo velocidad dejando a mis compañeros atrás, los cuáles se piensan que voy demasiado rápido y puedo pagar estos excesos más adelante. Llegamos a un avituallamiento en donde me lo tomo con tranquilidad y espero a que llegue el trío. A partir de aquí noto que las tornas han cambiando y ahora no es a mí a quien tienen que esperar y tengo la sensación de que podría ir más rápido, pero parece que Toño tiene problemas y se va quejando mucho y es posible que no termine la carrera.
Seguimos por parajes increíbles y yo sigo disfrutando muchísimo sin
tener ni un momento de flaqueza todavía. Nos adentramos en un bosque
húmedo, con una bajada por un camino estrecho rodeado de magestuosos
árboles caducifolios con inmensos troncos tapizados de musgo. El camino
está acolchado por las hojas que han caído ya en un preludio del
incipiente otoño y yo alucino tanto por esta bajada que no paro de "que
bonito" y grito que jamás había corrido por un terreno tan blando. Los
que iban a mi alrededor pensarían que de dónde había salido este
chiflado, jaja.
Seguimos por una bajada rompepiernas, llena de piedras, que nos conduce a Covadonga donde llegamos al avituallamiento y están allí esperando las chicas de Raulín y Toño, que nos han ido esperando en diversos tramos de la carrera y a las que tengo que agradecer gran parte de las fotos. Iván y yo nos mosqueamos porque no están las nuestras y ya han pasado algo más de 4 horas y nos hacía ilusión verlas. Nos recargamos las mochilas, bebemos y comemos un poco y seguimos subiendo las escaleras de Covadonga, esquivando los turistas que nos miran con asombro y muchos de ellos nos animan a seguir.
Al llegar al punto alto de Covadonga, justo en la salida que nos volverá a meter otra vez en el bosque vemos a Raquel y Eva que están con Álex, hijo de Iván, con su perro Nilo y con mi niña, Teresa. Como se puede apreciar en la siguiente foto, mi alegría es inmensa.
Estamos en el kilómetro 25 más o menos y hemos llegado casi una hora antes del cierre de control, con lo que no vamos mal del todo, pero Toño decididamente se retira aquí y además Iván dice que va muy mal, le duelen los pies y una rodilla, pero sigue porque quiere acompañarme hasta el final. Tomamos un poco de ibuprofeno para quitar los dolores, a mí no es que me haga mucha falta pero me molesta un poco el tobillo debido a que hasta aquí ya he tenido 3 pequeñas torceduras del tobillo lesionado, aunque nada grave, pero es lo que más me ha condicionado para no correr más rápido, sobre todo en las bajadas.
Nos despedimos de la familia y seguimos Raulín, Iván y yo en dirección a una subida que a estas alturas de la carrera ya hace mella en nuestras piernas.
En estos instantes, el campeón de la carrera, Miguel Heras, ya está entrando en Cangas de Onís. Menuda máquina, 4horas y 15 minutos en realizar una maratón de esta dureza, donde apenas corres por terreno llano, todo son continuas subidas y bajadas, puff, ¡qué crack!.
Comenzamos una subida de unos 3 kilómetros en donde Raulín va muy preocupado por Iván que tiene mala cara y no para de animarlo. Iván y yo le decimos que tire, que nosotros llegamos juntos a meta aunque sea a rastras, pero el se queda con nosotros un buen rato hasta que decide irse y nosotros continuamos a ritmo constante.
Pasamos junto a un voluntario que nos dice nuestro puesto en carrera, el 226. Pienso que no está nada mal teniendo en cuenta los casi 450 participantes que había en la salida, aunque todavía queda mucha carrera, la peor parte, los último 15 kilómetros, aunque yo por ahora sigo bien y disfrutando como al principio.
Los siguientes 10 km son un contínuo sube y baja por terreno técnico. La mayoría de lo que nos queda es bajada, pero para los que no sepan de esto, a estas alturas las bajadas muy pronunciadas también duelen y mucho a las piernas y las pocas subidas que nos quedan, se me hacen durísimas y veo a mucha gente tirada con dolores musculares y que no pueden levantarse. En una subida, me da un amago de tirón en el muslo izquierdo y pego un pequeño grito y una guiri que va delante me dice que ella va igual. Consigo seguir subiendo gracias a los bastones intentando hacer las fuerzas con los brazos y forzar lo mínimo las piernas y parece que me funciona y me pego a la guiri que no consigo adelantar debido a lo estrecho del sendero, si se puede llamar sendero. Al llegar arriba, cuando estoy a punto de adelantarla, la mujer pega un grito y cae de espaldas encima de un matorral. Tiene fuertes dolores en una pierna y me paro aunque no se que hacer, así que Iván le coge la pierna y se la estira. Le damos bebida y barritas energéticas y nos quedamos un rato con ella hasta que se recupera. Van llegando corredores y parece que todos estamos más o menos igual ya que ninguno pasa corriendo y un par de ellos se paran y cogen también barritas. Este Iván si que va preparado. Cuando la chica se recupera seguimos detrás de ella, y vaya si le sentó bien las barritas y la bebida que coge un ritmo fuerte que Iván sigue y yo me quedo un poco atrás. Seguimos a un ritmo un poco fuerte para mi gusto y vamos adelantando a corredores hasta llegar al siguiente avituallamiento en donde la guiri se queda esperando a una amiga la cual no paró cuando nosotros la estábamos ayudando, así que nosotros seguimos y cogemos una senda la cual me quedó grabada por su encanto. Una bajada no muy pronunciada, estrecha y entre helechos que solo dejaban ver las cabezas de los corredores que llevaba delante era una imagen increíble que me hacía olvidar los kilómetros que llevaba encima. Andaríamos ya por el kilómetro 35 y seguimos adelantando a corredores, lo cual nos indica que hemos gestionado muy bien las fuerzas.
Es increíble, pero ya acercándonos al kilómetro 40 y no noto cansancio en exceso y no ha habido ni un momento en el que lo haya pasado mal. El sol brilla con fuerza y la temperatura es sorprendentemente alta para estar en Asturias aunque yo que me he preparado en Almería en pleno verano no lo sufro tanto como los del norte menos acostumbrados a estas temperaturas.
A estas alturas ya la sonrisa no se me quita de la cara siendo sabedor de que ya no habrá nada que me impida llegar a meta y me emociono tanto que voy corriendo muy fuerte y es Iván el que me tiene que retener y decirme en varias ocasiones que baje el ritmo.
Llegamos a una bajada muy técnica que se me hace larga y al final me dice un voluntario que tenga cuidado con el salto y menudo salto. Tenemos que bajar varios metros y yo con mi tobillo no me atrevo a caer de golpe al suelo, menos mal que hay una cuerda donde agarrarse y un voluntario abajo que nos ayuda, ya que a estas alturas no estamos para saltos, además de mi cercana y mala experiencia con uno de ellos. Mientras estoy bajando torpemente por la cuerda Iván sigue con sus bromas y dice "es que es del sur". Estos norteños se piensan que solo hay montañas allí, como alguna vez se anime a visitarme le voy a hacer una ruta que se va a enterar, jajaja.
Seguimos ya andando por la última subida y veo el punto kilométrico 41, puff, no me lo creo, esto ya está hecho, pero a Iván y a mí se nos antoja que la meta queda todavía muy lejos así que cuando pasamos al lado de unos voluntarios les preguntamos que si de verdad solo queda un kilómetro y nos aseguran que si. A partir de aquí todo es bajada y adelantamos a dos corredores que no van muy sobrados y poco después me da un tirón en el muslo derecho que me duele bastante y no puedo correr. Me paro y nos adelantan los dos de antes, descanso unos segundos e Iván me dice que yo no llego con cachondeo y yo pienso, yo llego a meta aunque sea arrastrándome. Y es que llevamos más de 7 horas corriendo y el corte de crono está en 8 horas.
Parece que me recupero bien y comenzamos a trotar de nuevo. Llegamos a la carretera asfaltada de Cangas de Onís y al pasar junto a un fotógrafo este nos da la enhorabuena. Se me estremece todo el cuerpo de la emoción y nos metemos por el pasillo que la organización ha cercado hasta la meta. Corremos entre los espectadores que nos animan y aplauden y mis pies van solos. Alcanzamos de nuevo a los dos corredores de antes pero nos cortamos de adelantarlos justo antes de la meta así que seguimos detrás de ellos. Parece mentira pero a estas alturas si no fuera por los corredores que nos cortaban el paso habría sido capaz de esprintar y llegar a meta a toda velocidad ya que la adrenalina de ver la meta me da una energía que no se de donde sale después de tanto esfuerzo.
Cruzamos la meta con gran emoción aunque no se me saltan las lágrimas como cuentan muchos corredores en su primera maratón, pero poco faltó. Nos abrazamos con la familia y nos dirigimos a las piscinas de agua fría que han dispuesto para aliviar nuestras sufridas piernas.
Destacar la gran organización y agradecer a todos y cada uno de los voluntarios lo bien con nos han tratado y animado durante toda la carrera.
Al final llegamos en tiempo, tardando 7 horas y 25 minutos y eso que hicimos dos paradas largas, la de Covadonga y en la que ayudamos a la guiri.
Mi puesto ha sido el 213, con lo cual adelantamos a 13 corredores desde el kilómetro 30, que en realidad fueron más ya que en la parada con la guiri nos adelantaron unos cuantos.
Estoy muy satisfecho y no puedo expresar con palabras lo que ha sido para mí esta carrera, más teniendo en cuenta todos los antecedentes. Solo decirles a los amigos y familiares que no creían que lo pudiera hacer, que no saben el poder que tiene la mente y lo que una persona motivada puede llegar a lograr. Como decían Iván antes de la carrera, yo iba hiper motivado y es más importante la fuerza mental que la física en una prueba de esta dureza.
Agradecer también su paciencia a Eva y Raquel, que nos esperaron durante las más de 7 horas que estuvimos corriendo y que lo pasaron mal en algunos momentos mientras esperaban en meta y el locutor no paraba de decir la dureza de la prueba, que los corredores estábamos sufriendo mucho y que muchos se habían retirado. Además ellas vieron a muchos llegar en muy malas condiciones.
VIDEO DE MI PARTICIPACIÓN:
VÍDEO DE LA ORGANIZACIÓN:
RESULTADOS:
Puesto: 213 de 450 participantes. 330 llegados a meta.
Tiempo: 7h 25 min
Distancia: 42 km
Desnivel acumulado: 6000 m
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